Superficie de la luna Europa según concepción artística, crédito: NASA/JPL-Caltech

Júpiter es el planeta más grande del sistema solar, un inmenso mundo gaseoso con un diámetro 11 veces el terrestre, si Júpiter fuera hueco podríamos meter dentro de él unas 1,300 tierras. El tamaño de Júpiter es tal que su gravedad ha logrado capturar y mantener orbitando a todo un complejo sistema de lunas que hasta el momento se cuentan en 67 satélites.

Los astrónomos Galileo Galilei y Simón Marius fueron los primeros hombres que en 1609 observaron por telescopio el movimiento de las cuatro lunas más grandes de Júpiter, las cuales fueron bautizadas en honor a las amantes del dios Zeus: Ío, Ganimedes, Europa y Calisto.

Estas lunas son tan grandes que son fáciles de observar desde la Tierra utilizando un pequeño telescopio aficionado. Su movimiento alrededor de Júpiter genera eclipses, ocultaciones y sombras que se proyectan en la cara del planeta, su observación y seguimiento así como su fotografía es una de las actividades más entretenidas de la astronomía amateur.

Cada una de estas lunas es un mundo diferente, entre ellas y Júpiter suceden fuerzas de marea tan feroces que prácticamente estos satélites son estirados y encogidos en cada órbita; algunas de ellas, en el caso de Ío, el continuo aplastamiento gravitacional ha logrado que la luna mantenga una fuerte actividad volcánica.

Pero Europa nos cuenta otra historia.

Europa es uno de los cuerpos del sistema solar más curiosos, su superficie posee pocos cráteres de impacto y hay una ausencia total de montañas o cerros, un hipotético astronauta que caminara en la superficie de Europa vería una larga planicie de hielo; eso si, resquebrajada.

Las grietas del hielo europeo son tan enormes y complejas que se extienden en ambos hemisferios como una caótica maraña de fisuras. Por eso los mapas de Europa son tan complejos y parecen no tener sentido, ante tal complicación los astrónomos planetarios tuvieron que proponer nuevos términos para tratar de comprender los accidentes geológicos europeos.

Así que llamaron líneas a las marcas largas –sean oscuras o claras- que se extienden en la superficie del satélite, mientras que los flexus son pequeñas crestas arqueadas probablemente creadas por fuerzas de marea que hacen que el hielo se expanda y se eleve un poco durante cada órbita alrededor de Júpiter. Por otro lado están las máculas que son manchas oscuras irregulares que bien podrían ser cicatrices en el hielo de un antiguo impacto meteórico.

Desde que la sonda espacial Voyager 2 alcanzó a Júpiter (1979) y se acercó lo suficiente a Europa, los geólogos planetarios comenzaron a sospechar que la corteza del hielo europeo flotaba en un océano interior. Las investigaciones de la sonda Galileo en la década de 1990 demostraron que la sospecha científica era cierta, hay un mar subterráneo, un oscuro e inaccesible océano alejado de la radiación de Júpiter, que se mantiene líquido gracias a la actividad volcánica submarina.

Imagen coloreada de Europa producto de los datos de la sonda Galileo NASA. Los terrenos de azul blanco indican hielo de agua relativamente pura, mientras que las zonas rojas contienen hielo de agua mezclada con sales hidratadas, sulfato de magnesio o ácido sulfúrico. Imagen NASA/JPL

Arthur C. Clarke fue seducido por el descubrimiento del hielo de Europa e inmortalizó la posibilidad de vida en esta luna en su novela de ciencia ficción 2010 Odisea dos (1982). En esta obra unos astronautas chinos, rusos y estadounidenses se topan con vida extraterrestre en Europa.

2010 Odisea dos fue llevada al cine con el nombre de 2010: The Year We Make Contact (1985), dirigida por Peter Hyams y protagonizada por Roy Scheider y John Lithgow. A mi parecer 2010 es una excelente película de ciencia ficción que trata sobre la exploración planetaria, la inteligencia artificial y la posibilidad de vida en Europa, no se parece mucho a su antecesora, 2001 Odisea Espacial de Kubrik, 2010 es menos artística y más digerible para un público más amplio.

Sin ir más allá–para no dañar a quienes no la han visto- el final de la novela y la película es altamente explosivo y aparece un mensaje proveniente de una conciencia extraterrestre muy superior a la humana, transmitido gracias a la computadora Hall 9000 nos ordena: “Todos estos mundos son sus mundos, excepto europa. No intenten aterrizar allí”.

Por eso pensé en 2010 cuando a finales de septiembre NASA hizo público una importante noticia sobre Europa: Estudios con el Telescopio Espacial Hubble descubrieron que la superficie de esta luna joviana se levantan penachos de vapor de agua que alcanzan los 200 kilómetros de altura, hay algo muy interesante ocurriendo en ese océano misterioso europeo.

Nadie sabe la espesura del hielo europeo, pero los penachos de agua son una fortuna para los científicos porque una posible misión hacia Europa podría consistir en tomar una muestra del agua que expulsa la luna y luego estudiarla para buscar algún indicio de vida microbiana.

¿Qué pasaría si Europa tuviera vida microbiana o algún otro tipo de vida mucho más compleja? Pues sería uno de los descubrimientos más importantes en la historia de la ciencia, una increíble noticia para los biólogos porque permitiría estudiar un proceso evolutivo totalmente independiente de la Tierra, quien sabe como es su genética molecular o que adaptaciones han ocurrido en la posible fauna o flora que se descubran bajo el hielo.

Eso sí, también podría ser que el mar se encuentre estéril. En cuyo caso también es una gran noticia, en ciencia cualquier tipo de conocimiento siempre es importante. Si consideramos que el agua de los mares europeos son mayores que toda el agua del mar terrestre, es un recurso natural valiosísimo que podría estar a la disposición de futuros exploradores.

Pero si hay vida en Europa lo mejor investigarla y dejarla en paz, tal como dice la novela de Clarke no influir en su particular proceso evolutivo.

En ese caso, los demás mundos pueden ser nuestros, excepto Europa.

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